De antros y cosas peores
Por:
Oscar
Manuel Rubio Fajardo
Sin
duda, una de las cualidades que siempre ha poseído el ser humano es el gusto
por la diversión y el disfrutar de las cosas que le provocan placer. Podríamos
enumerar muchísimas de las cosas de las que disfruta el hombre, pero sólo
mencionaremos las más comunes: iniciamos
con el sexo, seguimos con la degustación de la comida, continuamos con la buena
música, en seguida las drogas y para terminar, la relación con otros.
En
todas las épocas estos placeres han estado presentes en diferentes
circunstancias y lugares. Sin embargo,
hoy día existe un sitio que conjunta todos los placeres antes mencionados en
uno solo y es por ello que su popularidad actual es imposible no reconocer: El
“antro”. También fue conocido como disco, en otras épocas. Es un lugar diseñado
para el esparcimiento “sano” de la juventud actual. Consta de elementos básicos
que en conjunto logran tener un gran
impacto para los amantes de los placeres nocturnos. Físicamente es una
especie de fuente de luz para un insecto. Es un lugar “luminoso”, llamativo. Se
construye fácilmente, pues en realidad es un espejismo de la noche, un
espejismo disfrazado de efectos de luz y opio para la inexperiencia.
Los antros son lugares de moda, donde los concurrentes pueden bailar, socializar o consumir bebidas alcohólicas y, en general, se tiene el entretenimiento como objetivo principal, pero ¿de verdad el objetivo será
divertirse?
Yo creo que la diversión
en el antro es muy muy subjetiva. Subjetiva en el sentido del significado
que cada persona le da al término “diversión”. Sin embargo, la necesidad de
diversión se debe a las ganas de terminar con la rutina, con algo que nos
entristece o empobrece. Cruelmente el antro nos ofrece diversión fácil, pero
aquí el problema radica en qué tan sincera es tu necesidad de antro. Habrá
quienes solo quieran bailar, otros quienes quieran conocer a alguien nuevo,
olvidar sus amarguras o tener una noche de pasión.
No quiero manchar a los “benditos” antros, solo que por culpa
de la “madurez” de algunos que acuden a ellos se han etiquetado estos establecimientos
como la fuente de perdición y vicios.
Creo que lo anterior, en parte, es cierto y lo es por el
simple hecho de los altos índices de alcoholismo y consumo de otras sustancias
nocivas entre los jóvenes de nuestros días. Y en segunda, es cierta porque creando una lógica simple es
natural que quién no se conoce bien a sí mismo no tenga la menor idea de cómo
resolver sus angustias. El antro ofrece un abanico enorme de opciones para
liberar los problemas, pero seguramente la cruda moral será el recuerdo que más
aparezca después de una noche de enfrentamiento contigo mismo. La próxima vez
que quieras ir al antro piensa antes si de verdad quieres y debes estar ahí.
Sí, el antro es una especie de cueva profunda, una cueva en
la que solo los expertos no se pueden perder.
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